
Finalmente llegando al fondo de la crisis, llegando al punto donde te replanteas las cosas, pierdes el miedo a correr ciertos riesgos, puesto que esos riesgos ya son menores que las consecuencias de continuar en la situación actual.
Es en ese punto donde tienes que decidir tomar algunas acciones o volverte un ser indolente, indiferente a la vida.
Yo no puedo solo existir; necesito vivir.
En consecuencia tomé ciertas decisiones, quizás no tan drásticas, pero por fin fui sincero conmigo mismo y mostré esa sinceridad al resto. Vencí mi orgullo, vencí mis temores. Es pronto para decirlo, pero ahora, después de haberlo hecho, creo que se abrieron algunas luces de esperanza.
Y si esas luces que ahora brillan con cierta intensidad, poco a poco se van apagando, entonces será el momento de cambiar definitivamente de rumbo y con la conciencia tranquila de no haber traicionado a nadie, de no haber ocultado nada y de ser un hombre como a mi me gusta que sea la gente, leal, transparente y de frente.